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domingo, 17 de abril de 2016

LEXICOMATOSIS ORAL

Arcadia salió del hospital algo mareada. El médico le entregó un sobre con su informe clínico. La agarró por los hombros y la obligó a mirarle. Arcadia estudió con esfuerzo su rostro de espía y adivinó: Si vuelve a decir una sola palabra, morirá. Su esófago ya no aguanta más vómitos. Arcadia bajó la cabeza mirando el sobre. En el extremo, un adhesivo reunía las palabras: Nauseabunda crónica.

Caminó con pasos lentos, fijándose muy bien en las facciones de los transeúntes, ejercitando el lenguaje gestual, tal y como le había dicho el médico. Vio a una pareja que luchaba a mandíbula abierta, los nervios bien tensos él. Los ojos sangrantes ella. Descifró en ambos la palabra odio y a pesar de la tristeza que la escena le provocó no pudo evitar alegrarse por la rapidez con la que leía. Animada, probó a expresarse con un hombre que caminaba deprisa; colocó sus cejas en arcos bien dibujados y esbozó una sonrisa generosa: Le deseo un buen día sugirió. El hombre se detuvo y apretó sus dientes afilados. Ahora parecía más un perro furioso que un hombre y eso añadía dificultad para descifrar su léxico. A duras penas pudo entender: vieja loca, vete al infierno. Arcadia pensó que tal vez no había sabido expresarse bien y urgente, susurró ¡discúlpeme! al tiempo que una náusea quemó su boca. El hombre perro se apartó y salió corriendo, aterrado por contagiarse de aquel susurro asqueroso.

Se sintió abatida y febril. La gente caminaba a su alrededor con rostros indescifrables, retorciéndose las manos. Vio a una mujer joven apoyada en la marquesina del bus con la frente entre los puños, como despertando de un mal sueño. La mayoría llevaban las cabezas agachadas, pero podía adivinar sus tor
vas miradas. Un mendigo ensayaba un vómito frente al escaparate de un supermercado, pero hambre lleva h y es muda. 

Arcadia apretó los labios para que no temblaran y miró de nuevo el informe médico. Pero hay palabras que se escapan a la fuerza de voluntad y el cuerpo libera eso que rechaza para lograr alivio. No fue capaz de darle un nombre a aquel espasmo que le encogía el estómago y de pronto oyó :  miedo, tristeza, desgracia, vértigo,..saliendo a borbotones por su boca.

Se desplomó de un solo vocablo, mientras sus fluidos encharcaban las aceras en un chapoteo repugnante.

Los equipos de limpieza acudieron con rapidez. Los restos, fueron incinerados en el contenedor de Palabras en desuso.

5 comentarios:

  1. Bueno, bueno... estas hecha toda una artista Maribel. ¡Precioso micro-relato, me encanta! Muy buen juego con las palabras (nunca mejor dicho)

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  2. Me parece muy interesante Maribel, ¡qué imaginación! No tengo palabras

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  3. ¡Eres una caja de sorpresa, Maribel! No manejas las palabras con maestría solamente en las tertulias ahora nos sorprendes con un relato tuyo. ¡Chapeau!
    (y perdona mis faltas, ya sabes)

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  4. ¡Maribel, me encanta! Alucinante, no puedo expresarlo de otra manera. Nauseabunda crónica, qué locura más bonita..el contenedor de Palabras en desuso. Lo he leído varias veces porque no dejo de imaginar a aquel hombre perro corriendo. El planeta está lleno de hombres perro.

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