Para mí, enfrentarse a los clásicos me resulta tan difícil
como reconfortante. La decisión de leer Halma, una de las novelas
espiritualistas de Benito Pérez Galdós para la tertulia y homenajearle en
cierto modo en el centenario de su fallecimiento, ha sido todo un acierto por
lo que pudimos escuchar en nuestra pequeña reunión vía telemática.
Es un autor tan válido, que no solo transformó el mundo
literario con sus novelas en su época, sino que 100 años después de su muerte, estas
siguen deleitándonos con su ironía, descripciones y personajes.
Mi impresión al principio era que estaba leyendo una novela
dentro de otra, a la vez que nos narraba las vicisitudes de la condesa de
Halma. Nos va creando atmosferas según avanzamos en la lectura sin precisar del
todo, por lo que cualquier cosa puede ocurrir.
La religión es una constante en todo el libro, nos da a
conocer el lado humano de los personajes y en especial los femeninos. Con sutileza
nos vuelve a presentar a Nazarín, tanto al personaje como a su
novela homónima. Los personajes femeninos tienen fuerza y poder de decisión
como es el caso de Catalina.
En la charla Nati nos describió a Galdós con una sola
palabra “paisajista” y todos estuvimos de acuerdo con lo acertado de la
expresión. También coincidimos que la religión era una constante, sobre todo
por su crítica al estamento del clero más que al conjunto humano; también lo
hace con la sociedad política representado en el libro por del conde de
Feramor.
Sin lugar a dudas, ha merecido enfrentarse a los clásicos y
homenajear de forma discreta al que tuvo que haber sido un galardonado más del
premio Nobel en la literatura española, pero ya conocemos el aspecto pacato y
mezquino de nuestro país cuando alguien no comulga con lo establecido.
Lo dicho, los clásicos nunca nos abandonan