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martes, 11 de junio de 2024

CRÓNICA DE "LA MALA COSTUMBRE" POR LETICIA REY

 Antes que una historia trans, Alana Portero nos presenta en La mala costumbre una historia obrera, solo que convergen ambos hechos por las circunstancias concretas de la protagonista. No obstante, la autora no quiere etiquetar su obra, más allá de considerarla una novela de crecimiento.

En un contexto de precariedad económica y emocional, el barrio es comunidad, y los personajes que van circulando son una suerte de posibilidades para la joven. La descripción de estas personas y del mismo barrio se equilibra entre lo cotidiano y lo mítico, sin entrar en lo sucio o truculento ni cuando habla de los efectos de la droga para sus vecinos. A todos y cada uno de los personajes, aunque vivan en la exclusión, maltratados, encerrados o vejados los eleva a los ojos de la protagonista, otorgándoles la dignidad que la vida no les ha dado. Es una forma preciosa de respeto y admiración. Y la protagonista aprende de cada una de estas personas, aunque el mayor aprendizaje lo encuentra obviamente en sus iguales, a las que también ve inalcanzables, porque las considera un ejemplo supremo de lucha y vida. Del mismo modo, aunque haya oscuridad en la novela, la que puede haber en cualquier vida, queda patente que no se quiere dejar de lado la esperanza, la que también puede haber en cualquier vida, ni escribir buscando el drama, la tragedia o el morbo. Busca reivindicar que una de las cosas que nunca se cuenta de las vidas trans es que tienen una enorme capacidad para la alegría "hasta en los funerales", la pulsión de vida y el derecho a la ilusión, como dice al inicio, y la euforia de género, que aparece más adelante en varias ocasiones, siendo una de las más bonitas cuando se establece la relación entre los dos jóvenes.

Lo más cercano a la realidad de la novela según su propia autora son justamente los referentes, las distintas masculinidades y feminidades que se ha cruzado en su vida, como las vecinas “raras” a las que Alana ahora mismo orgullosamente se parece. Lo demás es ficción y así lo quiere dejar ella claro. En su casa, por suerte, nunca tuvo problemas, pero sí ha sentido a lo largo de su vida con tristeza el estado de corrección constante que es la instrucción de la masculinidad. Aun así, la descripción de un contexto en el que ella se ha criado, aunque en cierto modo sea idílica, es tan precisa que las personas que también lo han vivido se sienten muy identificadas con él. Y, a su vez, tiene algo de universal que hace que realmente mucha gente, aunque no haya vivido el Madrid de la movida o no conozca el San Blas de la transición, lo sienta cerca. 

Sin duda, esta novela nos ha dado muchísimo de qué hablar (diría yo que es la que más conversación ha generado de este 2023-24) y es un gusto compartir ideas con compañeros y compañeras que tienen tanto que contar. ¡Hasta el curso que viene!

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