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lunes, 10 de febrero de 2025

CRÓNICA DE LUCIÉRNAGA, DE NATALIA LITVINOVA

 Crónica realizada por Ana Ríos

            Coincidimos en que la lectura de este libro ha sido grata, ahora bien, también en que apunta muchos temas y nos deja con la miel en los labios: puede ser la causa, que la autora viene del campo lírico y la densidad de contenido y una diferente cultura no nos haya permitido captar toda la profundidad de sus palabras; también se planteó durante la tertulia, si esa parte misteriosa o fragmentaria, no puede ser intencionada y símbolo de los silencios impuestos por los dirigentes políticos rusos de las dos épocas que retrata este libro.

           También coincidimos todos los tertulianos en que nos influyen lecturas anteriores, concretamente Carcoma y Betty que recogen mundos femeninos, tan duros como el presentado por N. Litvinova, pero con un lenguaje más descarnado, realista, menos poético. Y, sin embargo, en los tres, las metáforas ocultas, los guiños a los lectores, la simbología, nos resultan inquietantes y mucho más significativas de lo que, sospechamos, logramos percibir.

                El libro se nos presenta dividido en tres partes: la primera y la última son retazos de la vida de la autora, primero en su infancia y ahora su actualidad en Argentina. La segunda parte es absolutamente diferente: hablamos de “realismo mágico”, onirismo, surrealismo,…

                El libro comienza con la dureza del “accidente de Chernóbil” y las consecuencias que tuvo y se callaron, para los habitantes de las poblaciones cercanas. Retrato crudo y tratado con la ingenuidad de la visión infantil, que en esta parte son los principales protagonistas. La autora, desde su infancia, nos plantea temas como la imposibilidad de hablar del desastre de la nuclear, los silencios enconados y llenos de ira de Elena, la abuela paterna, en los que nos deja entrever un pasado de represión política y religiosa, hambruna y, el tema que impregna todo el libro: si eres mujer, peor aún. Pero también nos habla de relaciones materno filiales frías, lejanas o distanciadas, por las circunstancias, de relaciones con los padres más cercanas y afectuosas pero a la vez marcadas por la castración emocional de un patriarcado presente hasta la actualidad, aquí se hizo alusión al capítulo en el que el padre llora por el ratón perdido en el incendio, y las duras condiciones laborales. Así, las mujeres aprenden a ser felices disfrutando con las cosas cotidianas: y esta es la excusa para presentarnos pinceladas, desde un elocuente punto de vista infantil, de la vida en Bielorrusia, en la última veintena del siglo XX y en zonas próximas al desastre de Chernóbil. También hay mujeres que llevan a cabo una “alegre” salida hacia adelante.

           La segunda parte, la más dura, es un mundo femenino, absolutamente descarnado, física y emocionalmente. Onírico, surrealista o simplemente poético. La represión y los castigos tras la 2ª Guerra Mundial. Las abuelas dejan entrever su corazón tímidamente y el panorama se endurece aún más y comprendemos temas tratados en la primera parte.

                Esta tercera parte es un libro completo por sí misma. Recoge su migración a un país y cultura absolutamente diferentes. Su llegada a Argentina se tiñe de negro con un tema arduo: estafados por unos compatriotas, tienen que comenzar su andadura desde la más pura nada; los niños sufren un maltrato injustificado en el colegio, las relaciones matrimoniales no son inmunes a esta coyuntura y muchos más esbozados en el libro. Y llegamos a la actualidad: el padre enloquece, los hombres tienen menos herramientas emocionales, y vuelve con una madre que nunca le dio cariño ni palabras, ellas luchan y consiguen una estabilidad económica, pero emocionalmente es imposible aunque intenten un acercamiento: están devastadas y aun así, el libro es bello.


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