“¿Por qué es Plinio Pacheco un neoliberal? (…) Pascual Pérez
vincula el trabajo con el hecho de “tener voz en esta sociedad” .Considera que
solo los creadores de valor económico son a su vez de creadores del valor moral
por el que merecen tomar la palabra” (1)
Lo que hace Cristina Morales en esta novela es dar voz a los
que no generan valor económico pero si valor moral.
La ética habla, como en tantas ocasiones a través de la
estética, en este caso la estética de la danza. Los bailarines no son hermosos
y aún así la pieza destila una rara armonía al conseguir destapar las más variadas hipocresías sociales,
económicas, institucionales, patrióticas y sexuales.
¡A la mierda todo
porque todo huele a mierda! Diría la
Nati en un ataque de bastardismo.
He leído algunas críticas de la novela que la tachan de
incalificable, pero creo que se integra perfectamente en la tradición literaria
española de la novela picaresca de carácter moralizante.
Las mujeres que la protagonizan, son y no son a un tiempo,
no hay manera de encasillarlas porque cuando las metes en un molde, se diluyen
y se escapan. Son pícaras que se ríen de sus captores, sus humilladores, sus
explotadores, en una palabra sus manipuladores
.¿Y qué hacen el Buscón o el Lazarillo? Lo mismo,
desenmascarar a sus amos y burlarlos, señalar su avaricia, su falsa piedad, su
ceguera moral. Por eso hay momentos en los que la lectura de esta novela no se
hace nada fácil, ya que nos interpela moralmente.
Este libro es un panfleto reconocible como panfleto, un acto
limpio y sincero, una rara avis en el universo de la post verdad.
Los personajes son seres asociales en una sociedad enferma
basada en la eficiencia y defensora entusiasta de la “normatividad y el
adocenamiento”. A lo largo de toda la novela las instituciones sociales
intentan recolocarlos, pero ellos reniegan activamente de ser colocados, de ser
tratados como cuerpos sobre los que hay que imponerse a los que hay que castrar
para su protección, sobre los que hay que actuar para intentar que entren en
algún molde reconocible.
Una pregunta atraviesa toda la lectura ¿qué le ha hecho el
sistema capitalista y su cultura mercenaria a nuestros cuerpos?
No nos gusta tocar a los cuerpos que no responden al canon
de belleza prefijado, a esos que no son atractivos, que calificamos de
deformes, enfermos o viejos.
Pero esta novela los toca con todas las palabras posibles,
con todas las manos posibles “No conseguí que me lo tocaran todo durante el
ejercicio, pero si conseguí que llegada la tercera fase, la mayoría de los
manipuladores dejaran las manos allá dónde el fragor propio de una manipulación
tan masiva se las había puesto”
Hacía tiempo que no leía una novela tan estimulante, una
novela que danza, que es cuerpo, que provoca, que desarma, que destruye
discursos estereotipados, poses, pases y portes.
Una novela que utiliza materiales de derribo literario para
levantar un discurso que quiere ser libre no solo libertario.
Un sartenazo a las conciencias bien instaladas y a aquellos
que no son capaces de pensar más allá del marco que les ha sido impuesto.
Que a esta novela le hayan dado el premio Herralde primero y
el nacional de literatura después me permite acariciar por unos momentos la
sombra de la esperanza.
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